El pufo de los influencers al descubierto con la pandemia

El usuario se da cuenta del timo publicitario de este tipo de buscavidas y ya conocen muchos de sus trucos para convencer del autobombo con el que actúan

Las diversas modalidades de influencers que se han asentado en el mercado no es tanto el de la voz experta que sabe mucho de un tema o que se posiciona como un elemento de dominio en una área sino el de la persona con una vida soñada que vende una realidad aspiracional. Es el influencer que está cerca de la idea de celebrity del pasado, de la que seguimos sus viajes, vemos sus vidas lujosas y recibimos impactos de marcas que funcionan como una suerte de elemento deseable.

Ser ese tipo de influencers es algo a lo que aspiran no pocos aspirantes a estrella de la red, que llenan sus perfiles de fotos de viajes, comidas y experiencias que intentan transmitir una cierta idea de lujo y de un cierto ‘caché’. Quieren ser como una hermana Kardashian, o al menos aparentar que lo son para asentar una imagen de marca y con ello acabar en la situación en la que las marcas se mostrarán interesados por ellos.

Pero, como ocurre con tantas cosas en el marketing con influencers y en el entorno de los perfiles populares de las redes sociales, para conseguirlo están echando mano de mucho humo y de muchos juegos de espejos. Lo importante no es tanto estar viviendo todas esas cosas que ayudan a vender la idea de que se pertenece a una supuesta área privilegiada, sino tener las fotos que creen la ilusión de que se está ahí.

Para ello, ha aparecido ya un ecosistema de lo falso, una economía de servicios que permite crear la ilusión partiendo de humo (aunque humo de pago). Es la economía de lo fake de los aspirantes a influencers: si no estás ahí, alquila el espacio para crear la ilusión de que sí se ha ‘triunfado’.

Los vuelos en jet privado son un camelo en su mayoría

Como explican desde Jezebel al hilo de un grupo de influencers recicladas en «casa TikTok» y de sus fotos convertidas en material de escarnio en Twitter tras publicar su ‘viaje’ en avión privado, las imágenes no son reales. Las influencers no han volado en aviones privados, como dejaban entrever sus imágenes, sino que han alquilado un espacio en Peerspace (especializado en el alquiler de espacios de forma temporal) por 64 dólares la hora. Toda una ganga de la que se puede sacar una sesión de fotos de la que se puede alardear en Instagram.

En este caso, fueron descubiertas y criticadas en otras redes sociales pero lo cierto es que no han hecho nada que no se pueda hacer y que no esté haciendo otra gente. Las ofertas de espacios en alquiler para hacer fotos glamurosas (y lo que se puede hacer después con ellas depende de cada quien) son múltiples.

En Moscú hay un avión privado de verdad como espacio para fotos (que fue éxito viral en su momento) y existen servicios online ya especializados en alquilar apartamentos bien decorados para hacer shootings. Están abiertos a marcas, por supuesto, pero también, como recuerdan en el medio, a «creadores de contenidos». Así, se ha creado un ecosistema de espacios atractivos que funcionan como potencial fondo de imagen para las fotos.

Instagram es la plataforma del fake

Y, al final, la idea no es tan diferente a la base de tantas ideas de museo que se han ido activando en diferentes lugares del mundo y que funcionan simplemente como espacios para que te puedas hacer una foto.

Ahí estaba el Sweet Space, que nació en Lisboa y ha tenido pop-ups por todo el mundo. La idea de base es la de un espacio cuqui y visualmente atractivo en el que te sumerges, tras dejar 20 euros en caja, para hacerte fotos bonitas que acabarán en redes sociales. Pero hay ya varios museos «of Illusions» en varias ciudades, uno de selfies en Los Angeles o uno del helado en Nueva York que son material para hacer imágenes compartibles. Por hacer, al final, ya las marcas están diseñando espacios de negocio pensando en cómo se compartirán en Instagram.

La diferencia, claro, es que aquí todo el mundo sabe que se está en un espacio de una marca o en un lugar creado para hacer la foto. El museo para Instagram es un negocio claramente identificado: nadie pensará que ese escenario es parte de tu vida soñada, como sí ocurre con las imágenes de la economía fake de servicios para influencers.

Eso es simple humo y postureo, como cuando los aspirantes a influencers lanzan campañas de publicidad inexistentes para fingir hasta conseguirlo.

4 comentarios en «El pufo de los influencers al descubierto con la pandemia»

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